Miento si afirmo que soy como era ayer,
tampoco diría la verdad si emitiera que soy diferente.
No soy por ello una embustera,
ni mis sincronicidades me hacen pensarme etérea.
Lamento ser carne. Al final me quitaré este estúpido disfraz de humana,
mientras tanto gateo al lado de la Yo que camina junto a mí,
que si tropieza entro en cólera y me regocijo,
que cuando doy mi primer paso, me agarro fuerte de la mano.
No nos entendemos y somos las dos yo,
solo coincidimos en que nos parece extraño el mundo exterior.
Ella (yo) se jacta de su inexistente esperanza, alaba su cinismo y jalea a la Nada.
Tiene miedo de ahogarse en una charca infecta
(ha conocido a los monstruos que habitan a plena luz del día),
a mí, sin embargo; me parece un lugar fantástico donde jugar.
Soy esa que viene hacia mí,
mirándonos con ternura,
y aquella soy yo,
la que me columpio tan alto
que no puedo escucharos.
Soy una amiga que me ultrajó,
a veces confundo mi reflejo
con un enemigo,
y no dejo de ser yo.
Y esa niña que tiene miedo a crecer,
y esa anciana que espera ansiosa el advenimiento de la muerte…
En aquel que se retiró a sí mismo con su águila y su serpiente
me encuentro,
como en aquel que es analfabeto:
conozco esas soledades del alma.
Soy un muñeco
con sus hilos imaginarios enredados en las agujas de un reloj.
Soy el tendero que adorna la realidad
para llevarse el pan a la boca
y la Verdad al gaznate.
Es agria y seca y me baila en la punta de la lengua.
Image by Tristan Elwell